viernes, 8 de marzo de 2013

Depeche Mode viaja al cielo y al infierno

Martin Gore, Dave Gaham y Andrew Fletcher, miembros de la banda Depeche Mode, unen el techno y soul en su nuevo disco 'Delta Machine'.

EFE

Techno de raíz berlinesa y sugerente soul se dan cita en el próximo e inminente disco de estudio de Depeche Mode, "Delta machine", un trabajo denso que recupera el tono místico en sus letras y también en un sonido que parece debatirse entre la luz, la salvación, el caos y la penitencia.

Martin Gore, Dave Gaham y Andrew Fletcher repiten en él la colaboración de Anton Corbijn en la parte gráfica, Flood en el proceso de mezclas y de Ben Hillier en la producción, responsable de los previos "Sounds of the universe" (2009) y "Playing the angel" (2005).

No faltan sus sintetizadores y reproducen la forma de trabajo que les ha asegurado en los últimos años su independencia creativa, sufragando ellos mismos toda la producción del que será su decimotercer disco de estudio, aunque esta vez les acompañe en el lanzamiento Columbia Records en lugar de EMI.

Trece son los temas que recoge la edición estándar de este trabajo que saldrá a la calle el próximo 26 de marzo, tras el lanzamiento previo del single "Heaven", un corte de synth-pop mucho más reposado y desnudo que el grueso del conjunto.

Basta escuchar el primer corte y el último para hacerse una idea más cierta de las coordenadas en torno a las que se mueve "Delta machine".

"Welcome to my world", el oportuno nombre del tema inaugural, arranca con una contundente secuencia rítmica y una poderosa línea grave, a las que pronto se suma la voz cadenciosa de Gaham, antes de sorprender a mitad de recorrido con una progresión hacia cotas más luminosas y ricas.

En las antípodas se sitúa "Goodbye", que sirve de cierre al álbum y que se mueve en un estilo más cercano al blues, aunque sin dejar de evolucionar hacia la épica, con un coro propio del Día del Juicio Final.

El barniz místico y la lucha entre el bien y el mal se repiten en canciones como "Secret to the end", con una base como de órgano de iglesia, o "Angel", cuyo espiritual título contrasta con una sucia e industrial producción en la que camiones parecen a punto de colisionar con el oyente.

Dave Gaham había ya avanzado que la energía de este disco está próxima a dos de sus mejores trabajos, "Violator" (1990) y "Songs of faith and devotion" (1993), algo que se manifiesta sobre todo en cortes como el postrero "Soothe my soul".

Pese al uso de sintetizadores modulares, decía también Gaham que el sonido de "Delta machine" se mostraría más "orgánico y desnudo", lo que es verdad en cortes como el sugerente "Slow", que bien podría servir de fondo a un drama "noir", así como el romántico "Broken" o "The child inside", que recuerda un salmo bajo la óptica de los Depeche.

Entre medias destacan "Should be higher", en el que el éxtasis místico conduce a Gaham a sus notas más agudas, o el acelerado "Soft touch/Raw nerve", en el que se ha cuidado hasta el último segundo del corte.

Además de por su calidad y los cuatro años transcurridos desde su predecesor, la importancia de "Delta machine" -en el que el trío británico lleva enfrascado desde 2011-, llega avalada por el hecho de que este podría ser uno de sus últimos discos de estudio, según avanzó Andrew Fletcher cuando apenas empezaba a gestarse.

Ellos dicen que tras más de 30 años de trayectoria musical y cien millones de discos vendidos no quedan muchas energías para repetir el largo proceso vital de componer, grabar y girar por todo el mundo.

Sea como fuere, el próximo 4 de mayo inician en Niza (Francia) una tour internacional que les tendrá ocupados hasta 2014 y que este verano pasará por el festival BBK Live de Bilbao, oportunidad de entregarse en vivo a las canciones de este nuevo disco.

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